viernes, 13 de septiembre de 2013

Pregón de las fiestas del 2013

 

PREGÓN OFICIAL

DE LAS FIESTAS PATRONALES

DE

BENIMACLET - VALENCIA

EN HONOR

A

LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA ,

A LOS SANTOS PATRONOS ABDÓN Y SENÉN

Y AL SANTÍSIMO CRISTO DE LA PROVIDENCIA

BENIMACLET  -  AÑO 2013

 



 

por José María Sánchez Fernández de Sevilla,

 

en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora.

Benimaclet – Valencia, a 6 de septiembre de 2013


 

Buenas tardes a todos, señoras y señores: señor Cura Párroco, D. José Antonio Varela Ferrandis, P. Efrén Zuloaga Buitrago, señor Síndico de la Cofradía de los Santos Patronos Abdón y Senén y del Stmo Cristo de la Providencia, D. José Pilán Alemany, Camareras del Santísimo Cristo de la Providencia, Dª Encarna Almenar Martí y Dª Francisca Talavera Fernández, Camareras de los Santos Patronos Abdón y Senén, Dª Elvira Laguarda Cubells y Dª Elvira Martínez Laguarda, Clavariesas de la Asunción de Nuestra Señora 2013, Clavarios de los Santos Patronos Abdón y Senén y del Santísimo Cristo de la Providencia 2013, autoridades académicas de la Universidad Politécnica de Valencia, cargos y representantes de la Administración Pública y de las Asociaciones y Entidades Culturales del barrio, feligreses de la parroquia de la Asunción, vecinas y vecinos de Benimaclet, amigos todos.

 

Un nuevo año nos encontramos aquí, en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Benimaclet, para dar comienzo a las Fiestas Patronales del barrio. Un nuevo año, un año más, por lo que damos gracias a Dios por podernos encontrar aquí con salud para dar comienzo a nuestras fiestas. Unas fiestas que deseamos que sean en buena convivencia y armonía para el disfrute y el agrado de todos. Con esta intención las hemos preparado las Clavariesas y los Clavarios y os rogamos que os unáis a nuestro empeño para que así sea.

 

Este pasado mes de agosto me encontraba en mi pueblo, mi patria chica, Villanueva de los Infantes, un pueblecito de la provincia de Ciudad Real. Y, callejeando y deambulando por sus calles, me ensimismaba recordando y reviviendo tiempos pasados de mi niñez y de mi primera juventud. Y uno ve lo importante que es para su vida el legado que ha recibido de sus mayores. Yo mismo percibí lo importantes que fueron los mimbres que pusieron en mis manos con los cuales conformé y fui dando forma a la persona en la que me he convertido. ¡Con cuánto amor y agradecimiento recuerdo a mis padres y a mis mayores! ¡Con cuánto amor y agradecimiento también recuerdo a mis educadores!: los de mi pueblo en mi más tierna infancia, los del seminario menor de los padres agustinos de Salamanca, mis profesores y educadores del Monasterio del Escorial, los de aquí de Valencia... ¡Cuánta semilla buena pusieron en mí y parte de ella ha fructificado en lo que hoy me he convertido!

 

Estos pensamientos me animaron a que los introdujera en el pregón que hoy proclamo ante vosotros. ¿Por qué no? Pienso que es muy importante el legado que hemos recibido de nuestros mayores y la responsabilidad tan grande que todos y cada uno tenemos de haber tomado en nuestras manos el testigo que nos pasaron y que un día nosotros habremos de pasar a los que vienen detrás nuestro.

 

Creo que esto queda evidenciado en la experiencia particular que todos tenemos de nuestra propia vida. Y así también yo lo experimentaba y lo vivía paseando por las calles de mi pueblo de Ciudad Real, contemplando los patios columnados y las fachadas con sus pórticos de hidalgos castellanos y sus escudos de casas solariegas, las iglesias y conventos, el yacimiento arqueológico del poblado de Jamila, la plaza mayor con la escultura de santo Tomás de Villanueva delante del templo parroquial,... etc. ¡Cuán rico y hermoso pasado! –pensaba yo-; éste es y fue el pasado de este pueblo mío, con tantas y tantas historias particulares de sus gentes, con sus avatares históricos, con sus grandezas y sus penurias, con sus luchas y sus guerras, con sus héroes y sus santos (que nunca faltan en pueblos y ciudades), con sus ilusiones de cada día y sus sueños de futuro.

 

Y con todos estos pensamientos me transporté en un instante a Valencia. A esta Valencia mía, a esta Valencia nuestra. Aquí también ha habido héroes y santos, plazas y calles hermosas, y patios columnados. Ha habido y hay iglesias y conventos, palacios y pinacotecas, puentes y torres; catedral, basílicas y lonja; y un sinfín de historias, algunas contadas y otras por contar. Y, sobre todo, hubo gentes y personas que nos precedieron, que han hecho la historia de Valencia y de este pueblo de Benimaclet; que labraron su vida con sudor y sangre, que cincelaron su presente a fuego, en busca de un porvenir. Seguramente por aquí pasaron íberos y celtas, fenicios, cartagineses y romanos, no sé si godos o visigodos, judíos, moros y cristianos. Pero, por unos momentos, vamos a situarnos históricamente con algunos datos concretos.



Valencia fue fundada por los romanos en el año 138 a. C.; durante su dominio fue partidaria de Sertorio en su guerra contra Pompeyo, por lo que éste tomó represalias contra sus habitantes. Fue tomada por los árabes, mandados por Tarik en el 714. En tiempos de los reinos de taifa fue cabeza de uno de ellos, hasta que el Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, la conquistó en 1094. El Cid muere en 1099 y a la muerte de su viuda, doña Jimena, en 1102, pasa a manos de los  almorávides. En 1143 volvió a ser cabeza de un reino musulmán independiente, hasta que en 1171 cayó en poder de los almohades. Finalmente, en 1238, Valencia es tomada  por segunda vez y definitivamente por Jaime I el Conquistador.

 

El siglo XV fue de gran prosperidad para Valencia, merced a la protección dispensada por los reyes aragoneses y los papas de la familia Borja o Borgia. Valencia ocupó entonces un lugar destacado en muchos aspectos, como las artes y las letras, además de la industria y el comercio. En los siglos XV y XVI era una capital importante en España y en el mediterráneo, con un puerto importante abierto a Italia y a la cultura. El siglo XVI fue un siglo de gloria para la ciudad con el triunfo del Renacimiento. A la muerte de Carlos II Valencia tomó partido por Carlos, el archiduque de Austria, y, tras la batalla que se libró en Almansa contra las tropas de Felipe V, mandadas por el duque de Berwick, en la guerra de Sucesión, perdió sus fueros en 1707. En los siglos XIX y XX su pujanza económica y cultural ha aumentado en el conjunto de España, y en la actualidad es una de las zonas más ricas del país.

 

Y de Benimaclet ¿qué podemos decir? La primera noticia que tenemos de aquí, el primer vestigio, es la llamada lápida cúfica. Se trata de una piedra de tamaño menor, de una lápida funeraria, del año 1000 aproximadamente, que conserva labrada en ella la oración dirigida a Alá de un musulmán de dicha época, que había habitado por estas latitudes. La oración está escrita en árabe con caracteres cúficos. Dicha lápida cúfica ha sufrido muchos avatares: fue encontrada en un campo de labranza de Benimaclet hace unos 300 años; a principios del siglo XX se encontraba integrada formando parte de la fachada de una casa en el barrio de Ruzafa,... hoy se conserva en el Museo Nacional de Cerámica de Valencia “González Martí”. Aquí tenemos una réplica en resina de dicha lápida. Del Benimaclet árabe nos quedan también el nombre, “hijos de Maclet”, y la estructura base del riego tal como se ve en la red de acequias.

 

Cuando Jaime I entró en Valencia en 1238 se sentía agradecido y en deuda hacia aquellos caballeros que unieron sus fuerzas y sus tropas a las suyas, que le fueron fieles y le ayudaron a conquistar Valencia. En reconocimiento a esta ayuda y a esta fidelidad, les repartió las tierras conquistadas haciéndolos señores de dichas tierras. Por su parte, los habitantes y trabajadores de las mismas habían de pagar los diezmos de las rentas obtenidas a sus señores. El rey no esperó a la caída de la ciudad de Valencia para comenzar el reparto del botín, y las donaciones reales se intensificaron estando todavía sitiada la capital. Dentro de este grupo, el 1 de julio de 1238 Jaime I donaba la alquería de Benimaclet a los hermanos  García y Ximén Pérez de Pina como heredad propia, franca y libre, a perpetuidad.

 

La huerta de Benimaclet, limitada por la desembocadura de los ríos Turia y Carraixet, playa de la Malvarrosa y Orriols, constituía la intendencia de nuestro Reino tanto en época de paz como de asedio de invasores. La alquería de Benimaclet y su pequeña ermita, vicaría de la parroquia de San Esteban, en cuyo término se ubicaba el fossar que Benimaclet tenía para sus muertos, propició un rápido ascenso urbano, primero como alquería, después como señorío, ayuntamiento, pedanía o distrito.

 

Cuando el rey don Jaime hace el reparto de tierras, Benimaclet era una pequeña población agrícola, extramuros de la ciudad de Valencia. El 24 de mayo de 1409 tiene lugar la venta del lugar de Benimaclet, en aquel momento propiedad de Jaume Serra y de su esposa, Isabel, al Cabildo Metropolitano de la Catedral de Valencia, como administrador de la Almoina de En Conesa, institución que financiaba el funcionamiento del Hospital de Valencia. Así, a partir de este momento, las rentas generadas por las tierras y casas de Benimaclet contribuyeron al sostenimiento de la institución asistencial de la Almoina de En Conesa, creada en 1303 al abrigo de la Catedral de Valencia, y a su vez al sostenimiento del Hospital General.

 

Jaume Serra vendió al Cabildo de Valencia un señorío con sesenta casas, de las que aproximadamente cuarenta y cinco eran casas y veinte eran alquerías. Las casas se agrupaban en media docena de calles en torno a una ermita en mitad de la huerta. El crecimiento vegetativo en esta época era prácticamente nulo. Pastoralmente, o eclesiásticamente, Benimaclet estuvo unida a la parroquia de San Esteban hasta el 23 de diciembre de 1594, fecha en la que se desmembró de aquella para erigirse en la parroquia del lloc de Benimaclet, de la Asunción de Nuestra Señora, siendo arzobispo San Juan de Ribera.

 

Antes de constituirse en parroquia independiente de la de San Esteban, en esta ermita en mitad de la huerta que hemos citado, que se hallaba ubicada en el lugar que hoy ocupa esta parroquia, se veneraba aquí desde un tiempo atrás a nuestros Santos Patronos Abdón y Senén, que eran los patronos protectores de los campos y de los labradores de la región de Valencia. Y aquí se les daba culto y se celebraban fiestas en su honor, que  duraban varios días y que eran sufragadas por las autoridades de la ciudad y de la región. La devoción a los santos patronos Abdón y Senén podía venir perfectamente desde siglos atrás. Es en 1548 cuando, siendo arzobispo de Valencia Santo Tomás de Villanueva, se redactan los primeros Estatutos de la Cofradía de los Santos Abdón y Senén, que obtienen la aprobación eclesiástica y real. Esto sucede 50 años antes de erigirse en parroquia ésta en la que estamos, de la Asunción de Nuestra Señora.

 

Con el correr de los años, aunque el Cabildo de la Catedral de Valencia poseyó el señorío eclesiástico de Benimaclet hasta 1837, Benimaclet se constituiría en municipio con ayuntamiento propio y autonomía municipal desde 1764 hasta 1871, habiendo experimentado en este período una expansión demográfica y un crecimiento de población –a veces interrumpido- del 100% en estos 150 años aproximadamente. Este crecimiento es sobre todo endógeno; importante, pero nada espectacular, tratándose de una zona de Huerta. La inmigración en esta época es insignificante. En 1871 fue anexionado a la ciudad de Valencia, obligado por la Diutación Provincial, que no quiso ayudar a pagar las deudas municipales. Era el último cuarto del siglo XIX, con el derribo en 1868 de las murallas de Valencia, una vieja aspiración por la que pasaban todas las ansias de modernidad, la apertura de las grandes vías previstas en los planes de ensanche, etc. Entre 1870 y 1900 la ciudad de Valencia se anexionó numerosos municipios inmediatos: Poble Nou de la Mar, Patraix, Orriols, Benicalap, Ruzafa, Benimaclet y Campanar. De 1871 a 1970 Benimaclet fue pedanía de Valencia y contó con alcaldes pedáneos.

 

Hoy, ya integrados en la España constitucional y democrática, Benimaclet es un barrio de la ciudad de Valencia, perteneciente al distrito de la Exposición, aunque conserva sus señas de identidad y su idiosincrasia. Hasta el punto que aún hoy a muchas personas se les oye decir “voy a Valencia” o “vengo de Valencia”. Se conserva en nuestros días un ladrillo de cerámica en la fachada de la casa Greses de la calle Puzol, que, a modo de rótulo o indicador del nombre de la calle, dice “Pueblo de Benimaclet”.

 

Hoy Benimaclet es un barrio grande, donde en su corazoncito se conservan callejuelas más o menos estrechas, de dos o tres plantas, donde antes todo el mundo se conocía –hoy ya menos-, pero que ha acogido una cantidad ingente de familias provenientes de otros lugares, una gran población de aluvión. En unas décadas atrás, sobre todo, por motivos de trabajo; hoy son muchos los estudiantes, o los estudiantes y sus familias, los que han engrosado las cifras de este aumento de población. Tengamos en cuenta la cercanía de las facultades del antiguo campus universitario, las nuevas facultades del campus de la avenida dels Tarongers, y la proximidad de la Universidad Politécnica, construida sobre antiguos terrenos de la huerta de Benimaclet. La Universidad Politécnica es muy consciente de nuestra proximidad y de este parentesco que nos une y colabora gustosamente con los actos relacionados con los Santos de la Piedra, Abdón y Senén, y con las Fiestas Patronales en general.

 

Y todo este recorrido histórico ¿para qué? Perdonadme si con ello os he aburrido un poco, en lugar de haber amenizado el acto. Pero estas cosas nuestras se tienen que decir. Y se tienen que decir varias veces para que vayan quedando en nuestra memoria y no se olviden. Para que las sepamos.“Collite fragmenta, ne pereant”. Soy consciente de que alguno de los apuntes que he hecho carece del apoyo del dato histórico documentado a pie de página. No pretendía hacer hoy aquí un estudio histórico del barrio. Casi todas las cosas dichas aquí están ya publicadas. Sí puedo deciros que la relación de hechos históricos que aquí hago está consultada en libros y enciclopedias; si bien, no por ello los hechos son más ciertos.


Mi intención ha sido bosquejar con unas cuantas pinceladas cuál ha sido nuestro pasado, para situarnos un poco y saber de dónde venimos. ¡Cuántos avatares y peripecias hasta llegar al día de hoy, a lo que somos! Hoy, para todos nosotros, se nos presenta el futuro como un reto importante, que desafía nuestras vidas. Sobre todo, para los más jóvenes. Un mundo cambiante, que marcha a toda velocidad, y que no sabemos qué rumbos tomará. Un mundo en donde la globalización impera cada vez más. Un mundo en donde la fe en valores y creencias trascendentes al hombre se pone en tela de juicio. En donde se vuelve a proclamar al hombre como valor supremo; así como el hedonismo, el pasarlo bien, la vida fácil, las vacaciones, el cobrar bien u obtener dinero y cuanto más mejor, etc. Elcarpe diem de los antiguos. Ahora bien, nos ha tocado la barita de la crisis económica y nos ha embrujado. Creemos que no es para bien, que no se trata de una barita mágica. Lo que está claro es que la sociedad de la abundancia que parecíamos tener está en una gran crisis mundial. Probablemente esta situación nos haga volver sobre nosotros mismos para que podamos ver qué nos ha pasado. Quizá podamos recuperar algunos valores perdidos y poner en orden nuestras cuentas, nuestras leyes, nuestro mundo y nuestras vidas. Ojalá. Aunque haya que darles la vuelta.


Estamos en un mundo en donde la televisión, que nació en España cuando yo nacía al mundo, ya no significa más que un invento antiguo; un mundo en donde el móvil –o el teléfono móvil- ha dado paso a la tablet, al iPod, al iPad, al iPhone y a los híbridos. Se decía hace algún tiempo: “tengo un móvil tan moderno y con tantas prestaciones, que hasta puedo con él hablar por teléfono”. Quizá deberíamos mirar dentro de nosotros mismos y ver y elegir qué es lo que queremos para nosotros y este mundo nuestro. Que no nos arrastren, que no decidan por nosotros. A veces la vorágine nos lleva detrás sin que sepamos por dónde ni a dónde.

 

San Agustín decía: “Dios es superior a lo más grande mío e interior a lo más íntimo mío”. En otro lugar dice: “Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. Miremos por nosotros mismos. Creo que el hombre, la persona humana, tiene afán de eternidad; está hecho para vivir en este mundo y también para trascender este mundo. Así también lo creo por la fe. En otro lugar decía Agustín de Hipona: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. No esperemos que alguien desconocido y de un modo inopinado nos dé la solución a nuestros problemas. Hemos de participar en nuestra sociedad activamente, con nuestras ideas y nuestro trabajo, con lo que creemos y lo que pensamos. U otros en nuestro nombre ocuparán nuestro lugar. O quizás pase algo similar, o peor: que vayamos a la deriva.

 

¿Qué mundo queremos para nosotros? ¿Qué mundo queremos para nuestros hijos o para los que vienen detrás nuestro? No os quiero hacer pensar demasiado, pero sí un poquito. No está bien decir como decía un compañero mío: “pensar es malo, me duele la cabeza”. Nosotros disponemos –volviendo al principio- de un legado que nos dejaron nuestros mayores. Recojamos el testigo y, conocedores de nuestro pasado, vivamos un presente digno y comprometido; sabedores de la responsabilidad que tenemos de pasar nuestro testigo a los más jóvenes que vienen detrás, en aras de un mundo mejor: más cívico, más limpio y defensor de la naturaleza, más respetuoso con nuestros semejantes, más solidario.

 

En esta línea, tenemos muchos ejemplos de personas que nos precedieron. Entre ellas a la Virgen María, nuestra madre del cielo, que se comprometió con el plan que Dios tenía sobre ella para ser la madre de Jesús. No sólo para traerlo al mundo, sino para educarlo y acompañarlo en todo el camino de su vida. Por ello fue merecedora de todos los títulos y piropos, de todos los honores: no conoció la corrupción que acarreaba la muerte, sino que quedó como dormida y los ángeles la subieron al cielo. Así se celebra desde hace siglos en elmisterio de Elche y así lo celebramos aquí en estos días. También tenemos el testimonio y el ejemplo que nos dieron los santos Abdón y Senén: eran persas; según la tradición, nobles y médicos. Fueron apresados en tiempos del emperador romano Decio allá por el año 250 y llevados a Roma. Ellos practicaban la justicia y llevaban una vida caritativa y honesta. Creían en Cristo y, según su costumbre, enterraban y oraban por sus muertos. Por su vida y por su fe, les dieron muerte. Estos santos merecieron la confianza de personas humildes como los labradores, quienes los tomaron como sus patronos en multitud de lugares, como aquí los tenemos en Benimaclet.

 

También celebramos estos días, además de la Asunción de Ntra. Señora y de los Santos de la Piedra, al Santísimo Cristo de la Providencia. Esta advocación en el lugar de Benimaclet data desde hace dos siglos y la cofradía de su nombre se unió a mitad del siglo pasado a la antigua cofradía de los Santos Abdón y Senén. Hoy el Cristo y los santos tienen la misma cofradía. ¿Qué puedo decir del Cristo? Bajo este título de Cristo de la Providencia, sólo diré que Él está ahí para escucharnos, que nos tiene en la palma de su mano, para ayudarnos en cuanto necesitemos, para orientarnos en nuestros pasos. Para que le agradezcamos lo que hemos recibido y para proveernos de aquello que le pedimos y necesitamos.

 

Como Santa Teresa, diré que Dios también está entre los pucheros. Que lo podemos encontrar en todos los sitios: en nuestro trabajo, en nuestra familia, entre nuestros amigos, en aquel prójimo o vecino o desconocido necesitado –que se nos acerca o que nos ha pasado desapercibido-... ahí podemos encontrar a Dios, además de en el templo. Como decía San Agustín, lo llevamos dentro de nosotros mismos. No lo dejemos pasar de largo. Y, tomando ejemplo también de Tomás de Villanueva, practiquemos la misericordia y la caridad con los necesitados. Santo Tomás, que fue arzobispo de Valencia, que había sido colegial y profesor de la Universidad de Alcalá de Henares, prefería en la vida la honestidad y la virtud a la ciencia y la sabiduría. Él se prodigó con los pobres durante toda su vida, llegando a decir San Ignacio de Loyola con motivo de su fallecimiento que Valencia acusaría su falta y su ausencia.

 

Podríamos proponernos hacer una obra buena a favor del prójimo cada día, por pequeña que ésta sea. Ello sería un gran logro, si todos nos lo proponemos. No es una idea nueva, aunque yo he pensado en ello muchas veces. Hoy hay un programa de televisión que recoge la idea de una película estrenada hace años: “Cadena de favores”. Yo hago un favor a otra persona y esa persona a su vez hace un favor a otra persona que lo necesite. Y así sucesivamente. Es un modo bueno de cambiar las reglas de nuestro mundo. A Juan XXIII le dijo alguien que el mundo estaba muy mal y él le respondió: “Tú sé bueno y obra bien, yo también lo haré... y ya somos dos”.

 

Ahora ya sólo me queda acabar este pregón. Antes quiero decir que se barajaron varios nombres antes del mío y al final he sido yo quien ocupa esta tribuna. Desde aquí mi reconocimiento y mis disculpas por haber sido yo quien ocupara su lugar Mi agradecimiento por vuestra paciencia en escucharme. Y, finalmente, como Clavario de 2013 de los Santos Abdón y Senén y del Santísimo Cristo de la Providencia, Asociación ANCLA 53, que celebramos 60 años de nuestra fundación como Clavaría, y como pregonero de las Fiestas Patronales, os deseo a todos los presentes, a todos los vecinos de Benimaclet y a cuantos estáis de paso, a todos, amigos, os deseo unas muy felices fiestas en paz, armonía y buena convivencia.

 

¡Felices Fiestas Patronales de Benimaclet!

Visca la Mare de Déu de l’Assumpció!

Visca els Sants de la Pedra!

Visca el Crist de la Providència!

 

 

Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Benimaclet – Valencia

6 de septiembre de 2013

José María Sánchez Fernández de Sevilla

 

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario