martes, 2 de julio de 2013

Pregón fiestas del 2008

PREGÓN OFICIAL
DE LAS FIESTAS PATRONALES
DE
BENIMACLET - VALENCIA
EN HONOR DE
LA ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA ,
LOS SANTOS PATRONOS ABDÓN Y SENÉN
Y EL SANTÍSIMO CRISTO DE LA PROVIDENCIA
BENIMACLET - AÑO 2008



por José María Sánchez Fernández de Sevilla,
en Benimaclet – Valencia, a 12 de septiembre de 2008







PREGÓN OFICIAL
DE LAS FIESTAS PATRONALES DE BENIMACLET
EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN,
DE LOS SANTOS PATRONOS ABDÓN Y SENÉN
Y DEL SANTÍSIMO CRISTO DE LA PROVIDENCIA.
BENIMACLET - AÑO 2008


Buenas tardes a todos, señoras y señores: don Juan Luis Orquín, don José Vicente Olmos, Síndico de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Providencia y de los Santos Patronos Abdón y Senén, Clavariesas de la Asunción de Nuestra Señora 2008, Clavarios del Santísimo Cristo de la Providencia y de los Santos Patronos Abdón y Senén 2008, autoridades académicas de la Universidad Politécnica de Valencia, cargos y representantes de la Administración Pública y de las Asociaciones y Entidades Culturales del barrio, feligreses de la parroquia de la Asunción, vecinas y vecinos de Benimaclet, amigos todos.

Este año me ha correspondido a mí la tarea de preparar y pronunciar el Pregón de las Fiestas. Me lo propusieron y no lo rechacé. Porque, si finalmente no habría de rechazarlo, ¿para qué iba a hacerme de rogar? Sin embargo, luego comprendí que era una tarea comprometida y nada fácil. Y más es así, teniendo en cuenta a otros pregoneros ilustres que me han precedido.

En cualquier caso, me dije: “¡Allá vamos, manos a la obra!” Anduve cavilando: “Un pregón, me han pedido el pregón de las fiestas”. Un pregón, hoy, aquí en la iglesia, y pronunciado por mí... no puede ser un pregón como el de hace diez o quince o veinte años, pregonado en valenciano por las calles, donde el pregonero ataviado con traje regional y subido en un pollino contaba las dichas y alabanzas de los festejos programados.

Me preguntaban algunos amigos del pueblo: “Chema, ¿de qué va a tratar el pregón?” Les dije: “Será una invitación a las fiestas”. Esto es lo que quiero que sea realmente, una invitación cordial a nuestras fiestas. Es el sabor que me gustaría que os quedase cuando termine: el de una invitación a participar en los actos programados, tanto cívicos como religiosos, y el de una llamada a compartir con nosotros, los Clavarios, y con todos los vecinos estos bonitos días de fiesta de nuestra parroquia y de nuestro pueblo.

Pero “¿qué estilo tendría mi intervención?”, me preguntaba. “¿Haré un sermón?, ¿una composición literaria?, ¿una disertación filosófica?, ¿un pregón al estilo tradicional?” Quizás lo que aquí haga hoy sea un poco de todo esto... o, al menos, tenga reminiscencias de todo ello, con no sé qué pretensiones. Al fin y al cabo, de poetas y filósofos todos tenemos un poco. De sermón, no sé si tendrá algo, no sé... ¡Estudié para cura! De pregón tradicional, menos; pues no voy a sacar aquí voz de pregonero ni a relatar las actividades de estos días, que ya conocéis por el Libro de Fiestas.

Comenzaré diciendo que nací en un pueblo de la Mancha, de la provincia de Ciudad Real, Villanueva de los Infantes. Cuna de Santo Tomás de Villanueva, religioso agustino y arzobispo de Valencia en el siglo XVI. Sus restos se conservan en la catedral. Fue conocido como fray Tomás, el Padre de los Pobres. Perdonadme este desliz, pero ocurre que el que os habla siguió algunos de sus pasos. Salí de Villanueva, aún siendo niño, e ingresé en el seminario menor de los P.P. Agustinos en Salamanca; después hice el noviciado en El Escorial y fui fraile agustino de votos temporales durante ocho años, en los que cursé los estudios para el sacerdocio. Luego me vine a Valencia, al lado de mi familia, donde estudié Filología, y, más adelante, vine a parar a Benimaclet, en donde he trabajado doce años y he hecho bastantes y excelentes amigos. Muchos de vosotros ya me conocéis.

Lejos de mí quererme comparar con Santo Tomás, aunque sí me gustaría emularlo en algunas de sus virtudes. Pero volvamos, después de esta disgresión, al tema que nos ocupa: el pregón de las Fiestas Patronales.

Las llamamos así, fiestas patronales, y realmente lo son. Hoy, como punto de partida, o pistoletazo de salida, tenemos El Pregón. A continuación, para celebrar este momento y darle mayor énfasis, tendremos un concierto musical. Y continuaremos después, en la plaza, con las paellas y la verbena. Y ya quedan inauguradas las fiestas. Mañana, sábado, y el domingo tienen la responsabilidad de las mismas las Clavariesas de la Asunción de Nuestra Señora o Clavariesas de la Virgen de Agosto. Vosotras, queridas Clavariesas, vais primero. Y nos deleitaréis mañana, a pequeños y mayores, con la Cabalgata y la “Entrà d’alfàbegues”, etcétera. Y el domingo con la misa solemne y la procesión de la “Mare de Déu d’Agost”. Este fin de semana celebramos a la Virgen de la Asunción, a la Asunción de Nuestra Señora, titular de nuestra parroquia. ¡Qué bonito y qué hermoso, queridas Clavariesas!

La titularidad de nuestra parroquia es “de la Asunción de Nuestra Señora” y así consta desde los primeros momentos. Si bien es cierto que en las primeras inscripciones de los libros parroquiales consta simplemente “en la Iglesia Parroquial de Benimaclet” o “del lugar de Benimaclet”. Esta titularidad no sólo nos pertenece a nosotros, está muy extendida en gran número de parroquias por doquier, siendo seguramente una de las más extendidas.

Virgen de Agosto. Celebramos a la Virgen de Agosto. Y nosotros la celebramos en septiembre. Lo que ocurre es que la Virgen de Agosto lo es durante todo el año. Lo es en septiembre, en octubre, en diciembre... Es la misma. Y es la misma también que la Inmaculada, que la Virgen del Carmen o la Virgen de los Dolores. Todas son la Virgen María, la Madre de Dios y nuestra madre del cielo. Y no importa con qué nombre la celebremos, o bajo qué misterio de fe. Es María, la Madre de Dios; y lo es durante todo el año. En valenciano se expresa esto muy bien mediante este apelativo de “la Mare de Déu”: “Mare de Déu dels Desamparats”, “Mare de Déu del Dolors”, “Mare de Déu d’Agost”, etcétera. Siempre, en todos estos casos, celebramos a nuestra madre del cielo, la Virgen María: en uno u otro momento de su vida, uno u otro misterio de fe referido a ella, una u otra advocación.

Lo nuestro ahora es celebrar a la Asunción de Nuestra Señora. Jesús de Nazaret, Jesucristo, Hijo de Dios, nacido de la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo, no podía menos que regalar a su madre con los mejores dones. Ya quiso Dios que no conociera el pecado desde su concepción, que naciera libre de toda mancha, sin pecado original. Y así, la que habría de albergar en su seno y dar a luz al Hijo de Dios hecho hombre sería inmaculada. De ahí la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Tampoco su hijo Jesús podía dejar que su madre conociera las consecuencias del pecado: la muerte y la corrupción. Por ello, llegado el momento, María quedó como dormida y los ángeles la subieron en cuerpo y alma al cielo. Ésta es la Asunción de Nuestra Señora, éste es el misterio de nuestra fe que aquí y ahora celebramos. ¡Qué regalo de hijo! ¡Qué reconocimiento a toda una vida de fidelidad a los planes de Dios! Al anuncio del ángel de que habría de ser madre de Dios ella dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y esto sólo fue el comienzo. Celebramos toda una vida de disponibilidad y fidelidad a la voluntad de Dios, que le valieron a la Virgen María todos los títulos, todos los dones, todos los piropos y nuestro amor de hijos.

Sabemos que Jesús nos la dejó como madre. Es Madre de Dios y madre nuestra. Es nuestra madre del cielo. Decimos “reina y madre de misericordia”, y “ea, pues, señora, abogada nuestra”. Así es, madre y abogada nuestra, que quiere todo lo mejor para nosotros, sus hijos; que nos defenderá en todo caso, porque es nuestra madre y abogada y nunca nos dejará de su mano. “Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre virgen María, ruega por nosotros para que seamos dignos de las promesas de tu Hijo Jesucristo”.

Cumplido el domingo, continúan las celebraciones. Celebramos la semana entrante al Cristo de la Providencia y a los Santos Patronos Abdón y Senén. Abdón y Senén fueron nobles persas, médicos según la tradición, que hacia el año 250 de nuestra era fueron mandados apresar por el emperador Decio y conducidos a Roma para ser martirizados, a causa de profesar su fe en Cristo. Parece ser que merecieron, andando el tiempo, la confianza de personas humildes y sencillas como los labradores, quienes los tomaron como patronos. Así, los Santos Abdón y Senén figuran como Santos de la Piedra, protectores de los campos y de los labradores contra las plagas y el pedrisco, en muchos pueblos y lugares de la geografía valenciana, aragonesa y allén de nuestras fronteras a través de Europa, etcétera. Sería interesante indagar datos en este sentido.

Aquí en Benimaclet se tiene noticia de ellos desde hace siglos. A mediados del siglo XVI, en 1548, medio siglo antes de fundarse esta parroquia, se redactaron los Estatutos de la Cofradía de los Santos Abdón y Senén, siendo arzobispo de Valencia Santo Tomás de Villanueva. Entonces los Santos Patronos eran venerados en una ermita en la huerta, ubicada en el lugar en que hoy se halla erigida esta parroquia. La Cofradía de los Santos es una de las más antiguas de Valencia. El culto se les daba aquí, pero aquí venían de otras partes y las autoridades de la capital y de la región sufragaban grandes fiestas para los santos Abdón y Senén y los labradores, que duraban varios días. La devoción a los Santos Patronos aquí, antes de que existiera la Cofradía, se puede remontar probablemente en siglos. Dicha devoción ha pasado de padres a hijos y continúa en la actualidad, siendo no sólo patronos de los labradores, sino también Patronos de Benimaclet y de sus gentes.

A nosotros nos sirve su ejemplo. Personas que profesaban su creencia en el Evangelio, en Cristo; y, a causa de su fe, fueron discriminados por la intolerancia hasta tal punto que les costó la vida. No se guardaron su vida para sí. No estimaban tanto su vida que temieran la muerte. Simplemente dieron testimonio de su fe, sin cobardía ni vergüenza; y la intolerancia de los otros les llevó a darles muerte. ¡Ojalá siguiéramos la estela y la huella de los santos en el ejemplo de vida que nos dan y en su fidelidad a la fe que profesamos!
Como ya sabéis, el lunes por la tarde llevamos las imágenes de los santos en romería a la Ermita de Vera. Allí se celebrará el martes la Santa Misa, coincidiendo con el 40 aniversario de la Universidad Politécnica, a la que desde aquí felicitamos, y a continuación se llevará a cabo el traslado de los santos de vuelta a esta parroquia. Os esperamos.

Finalmente, también en esta próxima semana que entra, celebramos al Santísimo Cristo de la Providencia. Yo suelo decir que Él es “el jefe”. Las fiestas se cierran, después de una semana de festejos cívicos, religiosos y populares, entre los que está el Triduo al Santísimo Cristo, con las Fiestas Mayores a los Santos Patronos Abdón y Senén, el sábado, y al Santísimo Cristo de la Providencia, el domingo. Podéis ver en el Libro de Fiestas los diferentes actos programados, que aquí no voy a detallar. Entre paréntesis, diré que además de pregonero soy clavario y os animo a que tengáis a mano el programa. Bien, ya llegamos al sábado y al domingo. El sábado está lleno de actos y cosas, es el día de los Santos de la Piedra. Os remito de nuevo al Programa de Actos. Y ya estamos en el domingo, día del Señor, por antonomasia. Día del Santísimo Cristo.

Santísimo Cristo de la Providencia. ¡Qué advocación tan bonita! Dios Jesucristo, nuestro Señor, nos provee de todo lo que necesitamos. Él nos tiene en la palma de su mano a todos y sabe todo de nosotros y también lo que necesitamos cada uno. Pero aun así quiere que se lo pidamos. Con toda confianza. “Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá”. Con la confianza de que nos proveerá en todas nuestras necesidades. Se dice en valenciano: “Déu provirá”. Y es bien cierto. Él nos escucha y nos atiende. A Él acudimos en tiempos de soledad, de tristeza, de duda, de vacío, de necesidad; en casos de enfermedad, de muerte de amigos y familiares... O en tiempos de bonanza y de júbilo a darle gracias por todo lo bueno recibido. Debemos acudir a Él con la certeza de que nos oye, de que siente el palpitar de nuestro corazón, y de que conoce todos nuestros entresijos. Sólo quiere nuestra confianza, un corazón confiado, sin dobleces, que acude y se confía a Él.

Y todo esto lo celebramos por la fe. Por la fe de nuestros mayores. Una fe que nos transmitieron, que ha sido entregada de padres a hijos y que nosotros conservamos. Esto es lo que se llama tradición. Por ello hemos de acrisolarla, para mantenerla viva y libre de impurezas, para poderla poner a prueba en cualquier momento si es preciso. Estas son nuestras raíces y es preciso reconocerlo. Así como las raíces culturales de Europa tienen como tierra de arraigo y de cultivo al Cristianismo, a la cultura cristiana, nosotros no podemos prescindir de lo que nos ha sido transmitido de generación en generación so riesgo de quedar desarraigados o desenraizados. Una planta crece hacia arriba y da fruto, sólo si al mismo tiempo conserva sus raíces, que se agarran a la tierra y siguen creciendo dentro de ella. Si una planta se desarraiga, se seca y muere.

Hemos de conservar, por tanto, el norte y el sentido de nuestras fiestas. Decía un proverbio hindú que “cuando el dedo señala a la luna, el imbécil mira al dedo”. Claro, si nos indican con el dedo que miremos a la luna, mirémosla; no nos quedemos mirando al dedo. Lo cual quiere decir en este caso que las fiestas, en su lado más externo y de jolgorio, nos deberían remitir a algo más profundo, o importante, en nuestras vidas. No sólo deben ser unos días de juerga y pasatiempo. Días también de paz y convivencia, en los que compartimos con nuestros amigos, vecinos y extraños, nuestras horas de recreo, de diversión y de fiesta, en armonía. Y pensamos también en la importancia que tienen nuestros vecinos y nuestros prójimos en nuestras vidas; sin ellos, no creceremos ni como personas ni como cristianos. Y pensamos también en cómo crecer y mejorar como cristianos y como personas. Yo digo que hay que mirar a la luna, pero hay que mirar también al dedo... (el cual nos señala a la luna). Hay que disfrutar las fiestas y hay que mirar también lo que hay un poquito más allá de ellas.

Dicho todo esto, antes de acabar, quiero citar tan sólo a dos santos. Sin duda se podría citar a muchos. Uno de ellos es San Agustín, que decía: “Ama y haz lo que quieras”. Creo que es una buena consigna para caminar por la vida. Hay quienes equivocadamente atribuyen esta cita a otro personaje.

El otro santo es Santa Teresa, quien decía: “Pon amor donde no hay amor y encontrarás amor”. Y en otra frase: “Quien al final de la jornada se salva sabe; y el que no, no sabe nada”.

Ahora ya sólo me queda terminar.

Como pregonero de estas fiestas y como clavario os invito a todos los presentes, a los ausentes, a los feligreses de la parroquia de la Asunción y a los feligreses de otras parroquias, a los que trabajáis en Benimaclet, a los que vivís aquí, a todas las vecinas y vecinos de Benimaclet, a cuantos venís de paso, a todos, amigos, amigos todos, repito, os invito a celebrar y disfrutar con todos nosotros estas Fiestas Patronales de Benimaclet 2008, en buena convivencia y en paz.

¡Felices Fiestas Patronales de Benimaclet a todos!




José María Sánchez Fernández de Sevilla


Benimaclet, 12 de septiembre de 2008

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