PREGÓN
OFICIAL
DE
LAS FIESTAS PATRONALES
DE
BENIMACLET
- VALENCIA
EN
HONOR DE
LA
ASUNCIÓN DE NUESTRA SEÑORA ,
LOS
SANTOS PATRONOS ABDÓN Y SENÉN
Y
EL SANTÍSIMO CRISTO DE LA PROVIDENCIA
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BENIMACLET
- AÑO 2008
por
José María Sánchez Fernández de Sevilla,
en
Benimaclet – Valencia, a 12 de septiembre de 2008
PREGÓN
OFICIAL
DE LAS
FIESTAS PATRONALES DE BENIMACLET
EN HONOR
DE NUESTRA SEÑORA DE LA ASUNCIÓN,
DE LOS
SANTOS PATRONOS ABDÓN Y SENÉN
Y DEL
SANTÍSIMO CRISTO DE LA PROVIDENCIA.
BENIMACLET
- AÑO 2008
Buenas
tardes a todos, señoras y señores: don Juan Luis Orquín, don José
Vicente Olmos, Síndico de la Cofradía del Santísimo Cristo de la
Providencia y de los Santos Patronos Abdón y Senén, Clavariesas de
la Asunción de Nuestra Señora 2008, Clavarios del Santísimo Cristo
de la Providencia y de los Santos Patronos Abdón y Senén 2008,
autoridades académicas de la Universidad Politécnica de Valencia,
cargos y representantes de la Administración Pública y de las
Asociaciones y Entidades Culturales del barrio, feligreses de la
parroquia de la Asunción, vecinas y vecinos de Benimaclet, amigos
todos.
Este año
me ha correspondido a mí la tarea de preparar y pronunciar el Pregón
de las Fiestas. Me lo propusieron y no lo rechacé. Porque, si
finalmente no habría de rechazarlo, ¿para qué iba a hacerme de
rogar? Sin embargo, luego comprendí que era una tarea comprometida y
nada fácil. Y más es así, teniendo en cuenta a otros pregoneros
ilustres que me han precedido.
En
cualquier caso, me dije: “¡Allá vamos, manos a la obra!” Anduve
cavilando: “Un pregón, me han pedido el pregón de las fiestas”.
Un pregón, hoy, aquí en la iglesia, y pronunciado por mí... no
puede ser un pregón como el de hace diez o quince o veinte años,
pregonado en valenciano por las calles, donde el pregonero ataviado
con traje regional y subido en un pollino contaba las dichas y
alabanzas de los festejos programados.
Me
preguntaban algunos amigos del pueblo: “Chema, ¿de qué va a
tratar el pregón?” Les dije: “Será una invitación a las
fiestas”. Esto es lo que quiero que sea realmente, una invitación
cordial a nuestras fiestas. Es el sabor que me gustaría que os
quedase cuando termine: el de una invitación a participar en los
actos programados, tanto cívicos como religiosos, y el de una
llamada a compartir con nosotros, los Clavarios, y con todos los
vecinos estos bonitos días de fiesta de nuestra parroquia y de
nuestro pueblo.
Pero “¿qué
estilo tendría mi intervención?”, me preguntaba. “¿Haré un
sermón?, ¿una composición literaria?, ¿una disertación
filosófica?, ¿un pregón al estilo tradicional?” Quizás lo que
aquí haga hoy sea un poco de todo esto... o, al menos, tenga
reminiscencias de todo ello, con no sé qué pretensiones. Al fin y
al cabo, de poetas y filósofos todos tenemos un poco. De sermón, no
sé si tendrá algo, no sé... ¡Estudié para cura! De pregón
tradicional, menos; pues no voy a sacar aquí voz de pregonero ni a
relatar las actividades de estos días, que ya conocéis por el Libro
de Fiestas.
Comenzaré
diciendo que nací en un pueblo de la Mancha, de la provincia de
Ciudad Real, Villanueva de los Infantes. Cuna de Santo Tomás de
Villanueva, religioso agustino y arzobispo de Valencia en el siglo
XVI. Sus restos se conservan en la catedral. Fue conocido como fray
Tomás, el Padre de los Pobres. Perdonadme este desliz, pero ocurre
que el que os habla siguió algunos de sus pasos. Salí de
Villanueva, aún siendo niño, e ingresé en el seminario menor de
los P.P. Agustinos en Salamanca; después hice el noviciado en El
Escorial y fui fraile agustino de votos temporales durante ocho años,
en los que cursé los estudios para el sacerdocio. Luego me vine a
Valencia, al lado de mi familia, donde estudié Filología, y, más
adelante, vine a parar a Benimaclet, en donde he trabajado doce años
y he hecho bastantes y excelentes amigos. Muchos de vosotros ya me
conocéis.
Lejos de mí
quererme comparar con Santo Tomás, aunque sí me gustaría emularlo
en algunas de sus virtudes. Pero volvamos, después de esta
disgresión, al tema que nos ocupa: el pregón de las Fiestas
Patronales.
Las
llamamos así, fiestas patronales, y realmente lo son. Hoy, como
punto de partida, o pistoletazo de salida, tenemos El Pregón. A
continuación, para celebrar este momento y darle mayor énfasis,
tendremos un concierto musical. Y continuaremos después, en la
plaza, con las paellas y la verbena. Y ya quedan inauguradas las
fiestas. Mañana, sábado, y el domingo tienen la responsabilidad de
las mismas las Clavariesas de la Asunción de Nuestra Señora o
Clavariesas de la Virgen de Agosto. Vosotras, queridas Clavariesas,
vais primero. Y nos deleitaréis mañana, a pequeños y mayores, con
la Cabalgata y la “Entrà d’alfàbegues”, etcétera. Y el
domingo con la misa solemne y la procesión de la “Mare de Déu
d’Agost”. Este fin de semana celebramos a la Virgen de la
Asunción, a la Asunción de Nuestra Señora, titular de nuestra
parroquia. ¡Qué bonito y qué hermoso, queridas Clavariesas!
La
titularidad de nuestra parroquia es “de la Asunción de Nuestra
Señora” y así consta desde los primeros momentos. Si bien es
cierto que en las primeras inscripciones de los libros parroquiales
consta simplemente “en la Iglesia Parroquial de Benimaclet” o
“del lugar de Benimaclet”. Esta titularidad no sólo nos
pertenece a nosotros, está muy extendida en gran número de
parroquias por doquier, siendo seguramente una de las más
extendidas.
Virgen de
Agosto. Celebramos a la Virgen de Agosto. Y nosotros la celebramos en
septiembre. Lo que ocurre es que la Virgen de Agosto lo es durante
todo el año. Lo es en septiembre, en octubre, en diciembre... Es la
misma. Y es la misma también que la Inmaculada, que la Virgen del
Carmen o la Virgen de los Dolores. Todas son la Virgen María, la
Madre de Dios y nuestra madre del cielo. Y no importa con qué nombre
la celebremos, o bajo qué misterio de fe. Es María, la Madre de
Dios; y lo es durante todo el año. En valenciano se expresa esto muy
bien mediante este apelativo de “la Mare de Déu”: “Mare de Déu
dels Desamparats”, “Mare de Déu del Dolors”, “Mare de Déu
d’Agost”, etcétera. Siempre, en todos estos casos, celebramos a
nuestra madre del cielo, la Virgen María: en uno u otro momento de
su vida, uno u otro misterio de fe referido a ella, una u otra
advocación.
Lo nuestro
ahora es celebrar a la Asunción de Nuestra Señora. Jesús de
Nazaret, Jesucristo, Hijo de Dios, nacido de la Virgen María por
obra y gracia del Espíritu Santo, no podía menos que regalar a su
madre con los mejores dones. Ya quiso Dios que no conociera el pecado
desde su concepción, que naciera libre de toda mancha, sin pecado
original. Y así, la que habría de albergar en su seno y dar a luz
al Hijo de Dios hecho hombre sería inmaculada. De ahí la Inmaculada
Concepción de la Virgen María. Tampoco su hijo Jesús podía dejar
que su madre conociera las consecuencias del pecado: la muerte y la
corrupción. Por ello, llegado el momento, María quedó como dormida
y los ángeles la subieron en cuerpo y alma al cielo. Ésta es la
Asunción de Nuestra Señora, éste es el misterio de nuestra fe que
aquí y ahora celebramos. ¡Qué regalo de hijo! ¡Qué
reconocimiento a toda una vida de fidelidad a los planes de Dios! Al
anuncio del ángel de que habría de ser madre de Dios ella dijo: “He
aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y
esto sólo fue el comienzo. Celebramos toda una vida de
disponibilidad y fidelidad a la voluntad de Dios, que le valieron a
la Virgen María todos los títulos, todos los dones, todos los
piropos y nuestro amor de hijos.
Sabemos que
Jesús nos la dejó como madre. Es Madre de Dios y madre nuestra. Es
nuestra madre del cielo. Decimos “reina y madre de misericordia”,
y “ea, pues, señora, abogada nuestra”. Así es, madre y abogada
nuestra, que quiere todo lo mejor para nosotros, sus hijos; que nos
defenderá en todo caso, porque es nuestra madre y abogada y nunca
nos dejará de su mano. “Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce
siempre virgen María, ruega por nosotros para que seamos dignos de
las promesas de tu Hijo Jesucristo”.
Cumplido el
domingo, continúan las celebraciones. Celebramos la semana entrante
al Cristo de la Providencia y a los Santos Patronos Abdón y Senén.
Abdón y Senén fueron nobles persas, médicos según la tradición,
que hacia el año 250 de nuestra era fueron mandados apresar por el
emperador Decio y conducidos a Roma para ser martirizados, a causa de
profesar su fe en Cristo. Parece ser que merecieron, andando el
tiempo, la confianza de personas humildes y sencillas como los
labradores, quienes los tomaron como patronos. Así, los Santos Abdón
y Senén figuran como Santos de la Piedra, protectores de los campos
y de los labradores contra las plagas y el pedrisco, en muchos
pueblos y lugares de la geografía valenciana, aragonesa y allén de
nuestras fronteras a través de Europa, etcétera. Sería interesante
indagar datos en este sentido.
Aquí en
Benimaclet se tiene noticia de ellos desde hace siglos. A mediados
del siglo XVI, en 1548, medio siglo antes de fundarse esta parroquia,
se redactaron los Estatutos de la Cofradía de los Santos Abdón y
Senén, siendo arzobispo de Valencia Santo Tomás de Villanueva.
Entonces los Santos Patronos eran venerados en una ermita en la
huerta, ubicada en el lugar en que hoy se halla erigida esta
parroquia. La Cofradía de los Santos es una de las más antiguas de
Valencia. El culto se les daba aquí, pero aquí venían de otras
partes y las autoridades de la capital y de la región sufragaban
grandes fiestas para los santos Abdón y Senén y los labradores, que
duraban varios días. La devoción a los Santos Patronos aquí, antes
de que existiera la Cofradía, se puede remontar probablemente en
siglos. Dicha devoción ha pasado de padres a hijos y continúa en la
actualidad, siendo no sólo patronos de los labradores, sino también
Patronos de Benimaclet y de sus gentes.
A nosotros
nos sirve su ejemplo. Personas que profesaban su creencia en el
Evangelio, en Cristo; y, a causa de su fe, fueron discriminados por
la intolerancia hasta tal punto que les costó la vida. No se
guardaron su vida para sí. No estimaban tanto su vida que temieran
la muerte. Simplemente dieron testimonio de su fe, sin cobardía ni
vergüenza; y la intolerancia de los otros les llevó a darles
muerte. ¡Ojalá siguiéramos la estela y la huella de los santos en
el ejemplo de vida que nos dan y en su fidelidad a la fe que
profesamos!
Como ya
sabéis, el lunes por la tarde llevamos las imágenes de los santos
en romería a la Ermita de Vera. Allí se celebrará el martes la
Santa Misa, coincidiendo con el 40 aniversario de la Universidad
Politécnica, a la que desde aquí felicitamos, y a continuación se
llevará a cabo el traslado de los santos de vuelta a esta parroquia.
Os esperamos.
Finalmente,
también en esta próxima semana que entra, celebramos al Santísimo
Cristo de la Providencia. Yo suelo decir que Él es “el jefe”.
Las fiestas se cierran, después de una semana de festejos cívicos,
religiosos y populares, entre los que está el Triduo al Santísimo
Cristo, con las Fiestas Mayores a los Santos Patronos Abdón y Senén,
el sábado, y al Santísimo Cristo de la Providencia, el domingo.
Podéis ver en el Libro de Fiestas los diferentes actos programados,
que aquí no voy a detallar. Entre paréntesis, diré que además de
pregonero soy clavario y os animo a que tengáis a mano el programa.
Bien, ya llegamos al sábado y al domingo. El sábado está lleno de
actos y cosas, es el día de los Santos de la Piedra. Os remito de
nuevo al Programa de Actos. Y ya estamos en el domingo, día del
Señor, por antonomasia. Día del Santísimo Cristo.
Santísimo
Cristo de la Providencia. ¡Qué advocación tan bonita! Dios
Jesucristo, nuestro Señor, nos provee de todo lo que necesitamos. Él
nos tiene en la palma de su mano a todos y sabe todo de nosotros y
también lo que necesitamos cada uno. Pero aun así quiere que se lo
pidamos. Con toda confianza. “Pedid y se os dará; buscad y
encontraréis; llamad y se os abrirá”. Con la confianza de que nos
proveerá en todas nuestras necesidades. Se dice en valenciano: “Déu
provirá”. Y es bien cierto. Él nos escucha y nos atiende. A Él
acudimos en tiempos de soledad, de tristeza, de duda, de vacío, de
necesidad; en casos de enfermedad, de muerte de amigos y
familiares... O en tiempos de bonanza y de júbilo a darle gracias
por todo lo bueno recibido. Debemos acudir a Él con la certeza de
que nos oye, de que siente el palpitar de nuestro corazón, y de que
conoce todos nuestros entresijos. Sólo quiere nuestra confianza, un
corazón confiado, sin dobleces, que acude y se confía a Él.
Y todo esto
lo celebramos por la fe. Por la fe de nuestros mayores. Una fe que
nos transmitieron, que ha sido entregada de padres a hijos y que
nosotros conservamos. Esto es lo que se llama tradición. Por ello
hemos de acrisolarla, para mantenerla viva y libre de impurezas, para
poderla poner a prueba en cualquier momento si es preciso. Estas son
nuestras raíces y es preciso reconocerlo. Así como las raíces
culturales de Europa tienen como tierra de arraigo y de cultivo al
Cristianismo, a la cultura cristiana, nosotros no podemos prescindir
de lo que nos ha sido transmitido de generación en generación so
riesgo de quedar desarraigados o desenraizados. Una planta crece
hacia arriba y da fruto, sólo si al mismo tiempo conserva sus
raíces, que se agarran a la tierra y siguen creciendo dentro de
ella. Si una planta se desarraiga, se seca y muere.
Hemos de
conservar, por tanto, el norte y el sentido de nuestras fiestas.
Decía un proverbio hindú que “cuando el dedo señala a la luna,
el imbécil mira al dedo”. Claro, si nos indican con el dedo que
miremos a la luna, mirémosla; no nos quedemos mirando al dedo. Lo
cual quiere decir en este caso que las fiestas, en su lado más
externo y de jolgorio, nos deberían remitir a algo más profundo, o
importante, en nuestras vidas. No sólo deben ser unos días de
juerga y pasatiempo. Días también de paz y convivencia, en los que
compartimos con nuestros amigos, vecinos y extraños, nuestras horas
de recreo, de diversión y de fiesta, en armonía. Y pensamos también
en la importancia que tienen nuestros vecinos y nuestros prójimos en
nuestras vidas; sin ellos, no creceremos ni como personas ni como
cristianos. Y pensamos también en cómo crecer y mejorar como
cristianos y como personas. Yo digo que hay que mirar a la luna, pero
hay que mirar también al dedo... (el cual nos señala a la luna).
Hay que disfrutar las fiestas y hay que mirar también lo que hay un
poquito más allá de ellas.
Dicho todo
esto, antes de acabar, quiero citar tan sólo a dos santos. Sin duda
se podría citar a muchos. Uno de ellos es San Agustín, que decía:
“Ama y haz lo que quieras”. Creo que es una buena consigna para
caminar por la vida. Hay quienes equivocadamente atribuyen esta cita
a otro personaje.
El otro
santo es Santa Teresa, quien decía: “Pon amor donde no hay amor y
encontrarás amor”. Y en otra frase: “Quien al final de la
jornada se salva sabe; y el que no, no sabe nada”.
Ahora ya
sólo me queda terminar.
Como
pregonero de estas fiestas y como clavario os invito a todos los
presentes, a los ausentes, a los feligreses de la parroquia de la
Asunción y a los feligreses de otras parroquias, a los que trabajáis
en Benimaclet, a los que vivís aquí, a todas las vecinas y vecinos
de Benimaclet, a cuantos venís de paso, a todos, amigos, amigos
todos, repito, os invito a celebrar y disfrutar con todos nosotros
estas Fiestas Patronales de Benimaclet 2008, en buena convivencia y
en paz.
¡Felices
Fiestas Patronales de Benimaclet a todos!
José María Sánchez Fernández de Sevilla
Benimaclet,
12 de septiembre de 2008